La pregunta es simple: ¿se puede combatir la informalidad bajando los impuestos? En principio, en nuestra realidad, no. Afirmar tal cosa es lo mismo que pensar que se puede combatir la delincuencia simplemente aumentando las penas.
Los impuestos forman parte de las llamadas normas odiosas, cuyo cumplimento -como el nombre lo dice- no es del agrado de los privados, dado que el pago de impuestos significa para el privado una pérdida patrimonial. Se debe tener en claro que el pago de impuestos, en términos simples, consiste en exigirles a los privados que se saquen dinero del bolsillo sin una contraprestación específica, sino con la idea general de que se trata de un pago solidario para que el estado funcione. Hay que aclarar que no necesariamente en favor de los verdaderos contribuyentes (en nuestra realidad, los impuestos no se suelen invertir en una forma en que mejore la calidad de vida de los que pagan los impuestos).
En nuestro país hay zonas geográficas (Amazonia, sierra sur) y actividades económicas (agricultura, pesca, minería informal, venta de licor, comercialización de abarrotes, servicios profesionales, otros), que tiene niveles de informalidad muy superiores al 50%. Resulta claro que el principal motivo del incumplimiento de las obligaciones tributarias en estas zonas y actividades es la falta de percepción de riesgo por parte de la administración tributaria.
Lo que ocurre en estas zonas es algo muy parecido a lo que pasa con las señales de tránsito y la falta de un policía que las haga cumplir, es decir, la administración tributaria no tiene presencia en estas zonas y actividades, por lo menos la suficiente como para incentivar a estos empresarios a cumplir con sus obligaciones tributarias y, por lo tanto, reducir su patrimonio para pagar sus impuestos.
El Papel de la informalidad
Teniendo en cuenta lo indicado resulta claro que si los informales al día de hoy pagan cero sin ninguna percepción de riesgo, reducir el pago ordenado por la ley del 18% al 17% no tendrá ningún efecto en estos sectores económicos, dado que están acostumbrados a vivir fuera de la norma sin sufrir consecuencia negativa alguna por ello.
Similar razonamiento se haría en relación al contrabando masivo que viene del sur (Puno y Tacna): resulta obvio que aunque se reduzcan los aranceles, dicho “sacrificio” del estado no dará como resultado que el contrabando disminuya. Debemos recordarle a nuestros amigos del nuevo gobierno que la informalidad en nuestro país está enraizada, convivimos con ella, y la toleramos en el día a día como sociedad.
“Debemos recordarle a nuestros amigos del nuevo gobierno que la informalidad en nuestro país está enraizada, convivimos con ella, y la toleramos en el día a día como sociedad.”
Las experiencias más recientes en nuestra historia tributaria sobre reducción de tasas de impuestos demuestran claramente que una alta reducción de impuestos no genera impacto alguno en el cumplimiento tributario, especialmente si no viene ligado con un aumento en la percepción de riesgo creada por la SUNAT.
Así, por ejemplo, cuando en el año 2010 se redujo la tasa del impuesto a la renta para el alquiler de inmuebles de una tasa progresiva de 15%, 21% y 30% a una de 5% flat, no se generó un incremento de la formalidad sino nuevos mecanismos de elusión tributaria, debido a que no vino de la mano con alguna campaña efectiva de la SUNAT.
En tal sentido, resulta claro que el incremento de la recaudación tributaria, que resulta esencial para mantener un equilibrio fiscal, no estará ligado con la reducción de alícuotas de impuestos (que, en este caso, es una mala interpretación de teorías económicas que se basan en economías formales), sino con un fortalecimiento de la administración tributaria, con recursos más enfocados, mayor inteligencia, mayor especialización y definitivamente un mejor diagnóstico de la realidad que se tiene que afrontar, eliminando prácticas actuales en las que se tolera la evasión, atacando a las empresas formales (al resultar más sencillo obtener recursos de empresas cuyos activos están declarados).